El 11 de septiembre de 1973 vino el golpe. En el asalto terrorista los militares bombardean la Casa de Gobierno y asesinan a Salvador Allende. Ese año, mi hija Anahí tenía 13 años y Héctor 16 años. Era un día martes y ellos estaban en la escuela, mi marido, Adolfo trabajaba en Valparaíso; yo estaba sola y escuchaba por la radio el discurso de Allende.
A las 11 llegaron los niños de la escuela porque los profesores asustados los mandaron a las casas. Recuerdo, que aquí en la Pincoya había una cuadrilla de obreros haciendo el alcantarillado. Les llevé la radio para que escucharan las palabras de Allende. No creían nada. Decían que los militares eran nuestros amigos. Allende llamó a los obreros que quedaran en sus puestos de trabajo, que estuvieran tranquilos, y que él iba a luchar hasta sus últimas consecuencias...
Nosotros sabíamos que vendrían a matarnos. Meses antes, la policía había hecho un registro de las casas del sector. Nosotros –los pobladores- nos organizamos por manzanas, estuvimos alerta, hicimos vigilancia toda las noches. Tomamos contacto –silencioso- con otras poblaciones. Los militares y la policía iniciaron sus operativos en la zona sur, en La Legua, Victoria, Santa Adriana, José M. Caro, Dávila, Nueva La Habana y otras poblaciones.
Los dirigentes de la zona norte llegaron a mi casa. Todos sabíamos que en cualquier momento los milicos podrían caer. Llegó el Regimiento Buin, eso fue después del 11 de septiembre. Primero, allanaron la Población Pablo Neruda y se llevaron a los miembros del MIR. Nosotros (yo y mis hijos) nos habíamos ido por camino al Salto; los camiones de los milicos estaban por Recoleta. Yo me quede cerca, quería saber que pasaba en mi casa y en la población. Todos me decía que me fuera, que me matarían. En la rancha quedó Adolfo; él esperaba lo que fuera. En mi casa -los milicos- estuvieron largo rato, el oficial habló con Adolfo, -mientras tanto- los jóvenes del servicio movían la rancha. Le dijeron que me buscaban, que lo tenían que llevar porque estábamos denunciados por ser militantes del MIR. La idea era llevarlo y que quedara de rehén hasta que yo apareciera.
En la Comisaría de la Pincoya estuvo con otros compañeros pobladores, Juan y Gabriel, los flagelaron día y noche. Más tarde, fusilaron a cuatro jóvenes. Adolfo terminó en Capuchinos, donde estuvo cinco días preso. El día que salió, un oficial le entregó un papel dónde decía que me tenía que presentar en la Comisaría de La Pincoya.
Lo cierto es que yo tenía que desaparecer. Decidimos ir a la Embajada de Argentina. Estábamos afuera de la Embajada como a las 6 de la mañana. Intentamos trepar la pandereta por un sitio baldío. Los pacos estaban disparando cerca, llegaron a la embajada, dispararon y yo quedé tiesa; no pude tirarme para el otro lado; tenía mucho miedo. Tuve todo el presentimiento de que iba a morir. Los pacos nos sacaron para la Alameda con Vicuña Mackenna, ahí nos tiraron al suelo, nos vendaron y nos amarraron de pies y de manos.… Estoy tratando de recordar cuento tiempo estuvimos ahí.
Recuerdo haber mirado entre la venda, y leer un pasacalle firmado por el P.C. que decía: NO a la guerra civil. NO… Se que fue el día 5 de octubre de 1973, me detuvieron con Adolfo y era el cumpleaños de mi hija Anahí. (Ella había nacido el año 1958 en un hospital de Buenos Aires.) Fuimos a parar a una Comisaría del Centro de Santiago. Fue el primer lugar de detención. Después pasamos por el Estadio Nacional, el Correccional de Mujeres y otros centros de detención forzados…
Extracto de una entrevista hecha a la Compañera Herminia Concha (Pobladora del Bosque 1- La Pincoya.) –Parte 1- .- (Para Colectivo BTKLIBRE, por A. F. G. L.)
A las 11 llegaron los niños de la escuela porque los profesores asustados los mandaron a las casas. Recuerdo, que aquí en la Pincoya había una cuadrilla de obreros haciendo el alcantarillado. Les llevé la radio para que escucharan las palabras de Allende. No creían nada. Decían que los militares eran nuestros amigos. Allende llamó a los obreros que quedaran en sus puestos de trabajo, que estuvieran tranquilos, y que él iba a luchar hasta sus últimas consecuencias...
Nosotros sabíamos que vendrían a matarnos. Meses antes, la policía había hecho un registro de las casas del sector. Nosotros –los pobladores- nos organizamos por manzanas, estuvimos alerta, hicimos vigilancia toda las noches. Tomamos contacto –silencioso- con otras poblaciones. Los militares y la policía iniciaron sus operativos en la zona sur, en La Legua, Victoria, Santa Adriana, José M. Caro, Dávila, Nueva La Habana y otras poblaciones.
Los dirigentes de la zona norte llegaron a mi casa. Todos sabíamos que en cualquier momento los milicos podrían caer. Llegó el Regimiento Buin, eso fue después del 11 de septiembre. Primero, allanaron la Población Pablo Neruda y se llevaron a los miembros del MIR. Nosotros (yo y mis hijos) nos habíamos ido por camino al Salto; los camiones de los milicos estaban por Recoleta. Yo me quede cerca, quería saber que pasaba en mi casa y en la población. Todos me decía que me fuera, que me matarían. En la rancha quedó Adolfo; él esperaba lo que fuera. En mi casa -los milicos- estuvieron largo rato, el oficial habló con Adolfo, -mientras tanto- los jóvenes del servicio movían la rancha. Le dijeron que me buscaban, que lo tenían que llevar porque estábamos denunciados por ser militantes del MIR. La idea era llevarlo y que quedara de rehén hasta que yo apareciera.
En la Comisaría de la Pincoya estuvo con otros compañeros pobladores, Juan y Gabriel, los flagelaron día y noche. Más tarde, fusilaron a cuatro jóvenes. Adolfo terminó en Capuchinos, donde estuvo cinco días preso. El día que salió, un oficial le entregó un papel dónde decía que me tenía que presentar en la Comisaría de La Pincoya.
Lo cierto es que yo tenía que desaparecer. Decidimos ir a la Embajada de Argentina. Estábamos afuera de la Embajada como a las 6 de la mañana. Intentamos trepar la pandereta por un sitio baldío. Los pacos estaban disparando cerca, llegaron a la embajada, dispararon y yo quedé tiesa; no pude tirarme para el otro lado; tenía mucho miedo. Tuve todo el presentimiento de que iba a morir. Los pacos nos sacaron para la Alameda con Vicuña Mackenna, ahí nos tiraron al suelo, nos vendaron y nos amarraron de pies y de manos.… Estoy tratando de recordar cuento tiempo estuvimos ahí.
Recuerdo haber mirado entre la venda, y leer un pasacalle firmado por el P.C. que decía: NO a la guerra civil. NO… Se que fue el día 5 de octubre de 1973, me detuvieron con Adolfo y era el cumpleaños de mi hija Anahí. (Ella había nacido el año 1958 en un hospital de Buenos Aires.) Fuimos a parar a una Comisaría del Centro de Santiago. Fue el primer lugar de detención. Después pasamos por el Estadio Nacional, el Correccional de Mujeres y otros centros de detención forzados…
Extracto de una entrevista hecha a la Compañera Herminia Concha (Pobladora del Bosque 1- La Pincoya.) –Parte 1- .- (Para Colectivo BTKLIBRE, por A. F. G. L.)
4 comentarios:
Esa valentía para que incluso después de todas esas tormentosas experiencias, ella siga en la lucha... eso a mí me llama la atención... hemos aprendido a tener miedo eso está claro, pero creo que aunque cueste, ahora debemos aprender a dejar de tenerlo
pablo
Por que siguen con el temita?? a quien le sirve? solo escarvan en la memoria y heridas de los otros...las personas resentidas nunca sobreviviran en este mundo...
Lo más probable es que nadie sobreviva a este mundo si no aprendemos de nuestro pasado.
Nos hemos dado cuenta que las heridas de los otros son también nuestras heridas, así como las alegrías que forjamos todos cuando construimos en conjunto son nuestros grandes logros, quiero decirte que con eso nos sentimos realmente muy satisfechos.
pablo
el pasado es el puente que une el pasado con el presente, para construir una nueva visión de hacer cultura en bibliotecas -parte de la memoria de las personas qeu hacen la historia-, negarlo sería un aforma de dominio y otras de las maneras de -reproducir- y en consecuencia o por acto reflejo -decri qeu se están "escarbando" las heridas...compañero, el presente se construye desde el passado-es decir nuestra propia historia- Antonio
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